Martín Moreno: "Amar a tu oficio te hace maestro"

Martín Moreno, es maestro y tallerista de música en el Néidi (Centro de Atención a Personas Ciegas y de Baja Visión). Toca múltiples instrumentos. Nada como charlar con alguien que disfruta lo que hace. Así que nos platica su historia, su oficio y pasiones para las y los lectores de Ciudadanía Sonora.

“Yo vivía en un pueblo en el Valle de Empalme, de ahí vengo. Me cuentan mis hermanos que casi al cumplir el año me enfermé de anemia. Para ese padecimiento se necesita sangre: y me llevaron a un hospital de Guaymas, me pusieron sangre -yo tengo O positivo- y pues según esto me pusieron sangre que no era el tipo que yo necesitaba y pues me causó que me quemó el nervio óptico.

“Desde pequeño me empezaron a salir unas ampollitas en los ojos, como se quemó el nervio óptico, se fue cerrando una cortinita. Ahorita tengo 57 años, pues ya sabrás, 56 años de ciego.

“PARA PRESUMIR”


“En el pueblo no conocían la palabra inclusión, aun así, como ciego yo jugaba de casi todo. Nadie decía ‘pobrecito él’. Jugaba béisbol de forma normal así con gente que ve, yo jugaba con ellos. "Haz de cuenta que me pichaban la pelota, yo estaba ahí al bat y los demás no hacían ni un ruido para que yo escuchara cuando venía la bola. Porque cuando la tiran con fuerza se escucha que viene zumbando. Yo estaba con el oído siempre alerta para darle el batazo a la pelota. Sabía la trayectoria de la bola porque mi oído ya es agudo. De hecho era fielder. Nada de que ‘porque no ve lo vamos a sentar y ya que se llegue la hora de batear entra’. No, le entraba igual que todos.

“Tuve la fortuna de conocer a un sacerdote allá en el pueblo. Él fue el que me dijo: ‘Tú quieres sobrevivir; noto que andas para todos lados y le pones ganas, yo te voy a conseguir que te vayas a Hermosillo a estudiar’. El párroco ya sabía del Instituto Iris; y me dijo ‘pues para que te vayas a estudiar’. Mi mamá se oponía, pero le dije que me dejara ser. Ella tenía miedo de que yo anduviera solo en la ciudad. Ya saben, pensamiento de señora de pueblo: que está muy feo, hay mucho peligro, muchos carros…

“Total que sí me dejo venir y estuve en el Instituto Iris. Hice la secundaria con exámenes orales. Ahí tuve la fortuna de conocer a una muchacha y pues nos casamos y todo. Ella también es débil visual y ya me enseñó a usar el bastón por primera vez. Las técnicas, todo, me decía ‘no le tengas miedo tú puedes’. Gracias a eso ahorita ando por todas partes de la ciudad, ya conozco todo Hermosillo. Estoy aquí desde los noventas más o menos.

Martín Moreno, también vivió en Tijuana. Estuvo en la también llamada Esquina del Mundo, tocando el acordeón con un grupo norteño. Nos contó que allá también aprendió a “moverse”. Por supuesto nos habla de la música y qué tanto le gusta y nos cuenta una anécdota con su esposa, que también es débil visual.

“No sabría decirles cuánto me gusta, porque bueno, sí debe de haber algo en especial. Me gusta mucho la cumbia, pero toda la música, para mí es lo máximo. Pregunta mi esposa ‘¿para qué escuchas las cumbias si no las bailas?’ Cuando ando trapeando sí las bailo. No me ves, pero me pongo a bacilar y a hacer pasitos de baile con el trapeador, a veces le ayudo a mi esposa, entre los dos hacemos negocio en la casa, a hacer la comida le ayudo. Entonces como les digo, la música es todo.

MÚSICA, MAESTRO…


Urna

De su experiencia como maestro de música en Néidi y como músico en el grupo nos platica lo siguiente. “Las clases de música les gusta a todos y todas aquí y quieren tocar. Algunos por falta del instrumento no son constantes porque lo deben de tener en sus casas para las tareas y practicar. Por ejemplo, si quieren música de piano aquí lo van a venir a estudiar porque aquí hay, pero si no tienen se les complica.

“A mí se me desarrolló mucho el sentido auditivo; sobre todo cuando se están afinando los instrumentos o que estoy escuchando una canción, me doy cuenta de eso. Aprendí de oído. Creo yo que sí se nos desarrolla mucho ese sentido a los ciegos. Cuando tocaba en el grupo me pedían ayuda para la regulación del equipo ‘porque tú tienes el oído más agudo’.

LA EXPERIENCIA NÉIDI


“Aquí uno se siente como en familia, definitivamente. Si usted está en este lugar una semana se va a dar cuenta del hermoso ambiente laboral. Entre los usuarios y nosotros somos una familia. Entre ellos/as mismos (las y los usuarios) se motivan, se levantan en el sentido anímico. Tienen su grupo de WhatsApp. Si alguien la van a operar de alguna catarata, todos echándole porras, todos visitándole todos mandándole mensajes para apapacharlos.

Gente que se va agregando al centro Néidi es una integrante más en la familia. Como están enfrentando una situación similar, entienden que lo que él o la otra siente. Así que levantarse el ánimo y echarse porras es algo bien bonito.

“Las fiestas que tenemos aquí, por ejemplo, el día de la Independencia o la posada convivimos muy bien. Se nota la afinidad y la coincidencia. El próximo 12 de noviembre vamos a cumplir ya cuatro años como Centro Néidi. Ya se están preparando con un pachangón, están bien alborotados porque precisamente eso es lo que somos: una familia; porque ya me incluí yo".

Perdí la vista a un año de nacido, por negligencia médica, no por enfermedad, ni hereditario, nada de eso. Me hicieron una trasfusión de un tipo de sangre que no era mi tipo.

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