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Reduciremos
el número de los organismos administradores, así como
sus dimensiones y los simplificaremos para evitar el
reglamentismo y burocratismo excesivos que no responden a
las necesidades organizativas y sí complican los
trámites y aumentan sin razón el gasto no productivo.
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Reubicaremos
todos los tribunales u organismos gubernamentales que
tengan función jurisdiccional en el Poder Judicial local.
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Desapareceremos
la Secretaría de la Contraloría, asignando sus funciones
internas a un departamento de auditoría dependiente de la
entidad encargada del control presupuestal y dotaremos, en
cambio, de recursos materiales y humanos suficientes a la
Contaduría Mayor de Hacienda de la Cámara de Diputados,
que ejercerá el control externo, pasando, para ello, a
depender del Poder Legislativo dichos elementos que
conforman la actual Secretaría de la Contraloría.
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Reintegraremos
en plenitud a la Cámara de Diputados sus facultades
fiscalizadoras y revisoras del gasto público. No se
autorizará al Ejecutivo en cada presupuesto de egresos o
ley de ingresos un cheque en blanco para que disponga a su
arbitrio de los recursos públicos.
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Terminaremos
con el gasto encaminado a asegurar el control político y
a cooptar las iniciativas y movimientos de los grupos
sociales.
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Convocaremos
a los diversos grupos organizados de la sociedad sonorense
para que participen en la elaboración de los planes de
desarrollo estatal y en la jerarquización de proyectos.