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El Estado requiere un cambio sustantivo del régimen
político. Nuestra propuesta central consiste en la
elaboración y adopción de una nueva constitución, que
culmine y concrete la transición emprendida e inaugure un
tiempo nuevo en la historia del Estado. Se trata, en
esencia, de refundarlo. Para la consolidación de un
régimen democrático en Sonora es necesario desmantelar
las estructuras autoritarias del viejo orden,
sustituyéndolas por instituciones que determinen e
incentiven el republicanismo, la descentralización del
poder y el respeto al estado de derecho. Una nueva
constitución es la solución automática de los problemas
del estado, pero si el paso indispensable para transitar
de un sistema autoritario a un régimen genuinamente
democrático y para convenir al derecho en fuente genuina
de obligaciones y de certidumbres, una Constitución digna
de tal nombre no debiera ser modificada al arbitrio de los
gobernantes sino, en caso excepcional, mediante el método
refrendario. Un régimen que se asiente en la clara
distinción entre las funciones de Estado y la de gobierno
cada una con su propia jefatura. Un Estado parlamentario,
debiera fomentar la descentralización creciente del poder
hacia los estados, los municipios, las comunidades
autónomas, las organizaciones sociales y los propios
ciudadanos. Fomentaría igualmente el desarrollo de una
cultura democrática y combatiría sistemáticamente la
corrupción mediante mecanismos de rendición de cuentas.
Una administración pública de carrera, y la primacía de
la justicia sobre los valores y las instituciones
sociales.
En Sonora, el problema de rendición de cuentas no solo se
refiere a los crímenes de un régimen autoritario en
contra de los derechos humanos, como es el caso de la
mayoría de los estados de nuestro país, sino a un
problema endémico y cultural de corrupción. Los
objetivos de la transición democrática, deben ser por
una parte, la restitución de la confianza, es decir, la
reconstrucción de un pacto entre Estado y sociedad, como
una posibilidad de construcción de una nueva legitimidad.
Y, por otra el desmantelamiento de las viejas estructuras
del poder, llegando a la construcción de convenios, vía
rendición de cuentas, castigo a los responsables de
delitos patrimoniales, de violación a derechos humanos y
establecimiento de absoluta exigibilidad judicial y
social, sobre todos los actos del poder público.
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